martes, 30 de junio de 2009

Capitulo XXII: ALICE

Toda la noche supe esperarlo bien despierta por si venía como cada noche; intenté hacerme la dormida por si se le daba espiarme y lo atraparía infraganti, pero nada funcionó.

Él nunca apareció. Mis ojos reventaron en llanto demasiadas veces, no recuerdo haber llorado desde que decidí él primer día que vendría a Forks, vaya ironía; nada podía pararme, quería a mi Edward conmigo, lo necesitaba.

A la mañana siguiente, desayuné una cuenca de cereales como todas las mañanas, sola, sin Charlie; pero a diferencia de las demás mañanas, Edward tampoco me esperaba hoy fuera de casa en su flamante y brillante Volvo.

Ya era la segunda vez que me dejaba valerme por mi misma, no era que me molestase, siempre me valí por mi misma; pero sabía que esto no era algo común, eso me hacía temblar de nervios.

¿Qué había pasado con Edward?, me pregunté tantas veces que perdí la cuenta.

Me subí en mi monovolumen luego de acabar mis aseos y arreglos. No quería ir a la escuela, detestaba faltar, pero no tenía el suficiente poder como para ir, no quería ni siquiera ver a Edward, por un momento me desesperé y comencé a caer poco a poco en lo que estaba sucediendo.

Eso no podía ser bueno, tenía que escapar de todo el mundo, no quería rumores, no quería chusmeríos, no quería vampiros extravagantes intentando protegerme o dejarme, ni humanos que se abalanzaran por una salida conmigo.

Solo me quería a mi misma y mis pensamientos esta vez.

Decidí marchar hacia el bosque, no quería ir al claro, sería el primer lugar al que Edward iría al no encontrarme en la escuela, o mandaría a cualquiera de sus hermanos sino quisiese venir él por sus propios medios.

Aunque de todas maneras me encontraría, tarde o temprano, más temprano que tarde si se lo proponía; pero por lo menos tendría algunos minutos más para pensar.

En estos momentos que necesitaba soledad, si que odiaba que mi novio fuese un vampiro, al igual que su familia y mi mejor amigo un licántropo, con esos poderes olfativos.

Dejé la camioneta al lado del camino, me bajé y me aventuré en mi nueva mala decisión; caminé por un sendero perfectamente marcado; sabía que por más necesitada de soledad que estuviese, no podía desesperarme e ir por un lugar que no me vislumbrara la vuelta, me perdería y moriría de seguro tropezando con una hoja de árbol, haciendo adelanto a mi torpeza.

Luego de caminar algunos kilómetros, visualicé un tronco lo suficientemente seguro y alejado de la orilla para que yo pudiese sentarme sin caer al vacío; luego de haber tropezado un par de veces hasta llegar a él me senté derrotada y comencé a llorar nuevamente.

“¿Por qué Edward había actuado de esa manera?, ¿mi acercamiento a él pudo haberlo enloquecido y se fue por mi propia seguridad?, ¿pero por qué no volvió, aún estaría mal?, si fuese así tendría que ir por él”, pensé y me pregunté.

Pero no podía ir por él si estaba mal, que yo apareciese en su camino no iba a hacer que mejorase; yo era la causa pasase lo que le pasase.

El cielo estaba gris y el clima era frío, el que antes odiaba, pero ahora empezaba a amar, porque eso quería decir que Edward podría ir por allí y estar a mi lado sin taparse.

Pero ahora, ese día no era nada sin mi Edward.

- ¿Bella? – dijo una dulce y angelical voz. Me di vuelta de apuro, y como no podía ser de otra forma caí de una sola vez, pero aquella dulce pequeña me tomó por debajo y me subió sin problemas. Nunca me iba a acostumbrar que Alice, aquel duendecillo hermoso, tuviese más fuerza que un millón de hombres forzudos - ¿te encuentras bien? – me preguntó amablemente con una sonrisa en el rostro, de aquellas que tanto me hacían feliz.

Asentí con la cabeza siendo casi fría, aunque serlo con Alice era casi imposible - ¿Por qué faltaste a la escuela Bella?

- Tu lo sabes Alice – respondí al fin y la miré furiosa, aquella pregunta era completamente obvia, detestaba que me subestimasen de esa manera.

- Edward esta preocupado, me dijo que…

-….no, no Alice, no me digas nada. Te mandó él porque no quería venir, no podía, no me interesa sabes. Estoy cansada de que nadie me cuente nada, pero me hagan daño igual. Estoy cansada – volví a partir en llanto. Alice se acerco a mi, me tomó de la mano y me dió un gran abrazo. Un abrazo de marfil, de piedra, pero lleno de calidez y de amor. Me hizo sentir llena de protección, me hizo recordar mucho al abrazo que Kevin me había dado un día atrás, aunque el de aquel era un abrazo humano; era de contención desinteresada como este.

- Calma cariño. Ven – tomó mi mano y nos volvimos a sentar en el tronco, con cuidado de no volver a caerme, aunque la tenía a ella a mi lado por si algo pasase.

- ¿Qué paso con Edward Alice? – le pregunté llena de melancolía, atizbando los recuerdos de nuestros besos.

- Se sintio abarrotado por tu olor, por tu sangre Bella, tenia que irse, sino lo hacía te lastimaría. Sabes que Edward jamás se lo perdonaria, sabes que sin ti ya no sería nada. Eres todo para él Bella; ha esperado por ti muchos siglos, estoy segura que lo está haciendo desde antes que naciera. Solo necesita tu compresión – tragué saliva profundamente.

- Yo la tengo Alice, yo lo amo, nada más vale para mi sin él desde que lo conocí.

Es por eso que estoy asi, pero me siento indefensa, nada me dice, nada comparte conmigo.

- Te quiere proteger.

- Lo se, pero no lo esta haciendo bien, solo me daña mas. Necesito que me diga ciertas cosas antes de que pasen.

- Tu ya sabías que él no era capas de controlarse.

- Lo era Alice, lo era. Solamente lo abracé, hemos estado mas cerca que eso y nada ha pasado – mi voz cada vez era mas nerviosa y ansiosa.

- Bella, el no mide eso. Por favor, el intenta ser lo mas cuidadoso posible, el solo quiere tu felicidad.

- Mi felicidad es el

- Pero juntos, no tu muerta y él queriéndose matar porque te hizo daño. Se razonable – su voz sonó un poco más autoritaria, estaba enfermándose de mi.

- Alice – dijo una voz gruesa, pero dulce y llena de miedo detrás de nosotros. Al darnos vuelta vimos a Edward junto con Jasper.

Alice me miró y besó mi mejilla dulcemente, se acercó a Edward y tomó su mano en un apretón, en forma de consuelo y fuerza, luego siguió hacia Jasper y se tomaron las manos. Eran tan dulces y perfectos ellos dos.

Edward se acercó a paso humano hacia mi, con los ojos convalecientes y heridos..

1 comentario:

  1. que pasada de historia me encanto esto deseando que subais mas acabo de terminar de leerlay la verdad que me gusta mucho el punto que le dan mucho saludos y continuad asi me encanta el blog

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