- ¿Qué te pasa a ti? Creí que habíamos arreglado las cosas – dijo amablemente y un poco confundido; me puse nerviosa, cosa que estaba siendo costumbre desde que lo conocí, eso me molestaba, pero a la ves me gustaba.
- Me duele un poco la cabeza eso es todo, no es por ti - intenté mentirle de la forma más correcta que pude, claro que no engañaba a nadie.
- Vamos Bella, no soy tonto. De verdad me disculpo contigo por lo que pasó, disculpa también a mis hermanos, no son buenos en disimular – volvió a brillar su sonrisa celestial, me volví a tranquilizar, ¿Qué tenia ese chico que hacia que yo bajase la guardia tan rápidamente?
- Todo esta bien de veras. - insistí.
- ¿Te vas a escapar de clase? – preguntó sonriente casi sin prestar atención en lo que le había dicho, parecía lleno de ganas de descubrir lo que quería hacer.
- Algo así – respondí
-¿Te puedo acompañar? Conozco un lugar sumamente bello y perfecto para pasar el tiempo – mi mente decía “di que no”, pero mis ganas pudieron más y asentí.
- ¿Podemos ir en mi auto?
- ¿Qué tiene el mío? – pregunté enfadada, esta bien que fuera algo viejo pero no renegaba de el, ya estaba empezando a amar a esta vieja manzana roja gigante.
- Nada, solamente me gusta manejar a mi, ¿por favor? Te traeré luego para que la recojas – me miró con cara de perrito faldero y asentí una vez más, poniéndome casi a sus pies. Era inevitable por más que lo odiase. Subimos al Volvo, antes de sentarse en su lugar, abrió mi puerta ágilmente, me quedé pasmada.
Demasiado caballeroso para ser verdad, aunque no me gustase que hicieran las cosas que podía hacer yo solita, esto no era un símbolo de machismo, era realmente un caballero, creí que ya no existían. Reí hacia adentro imaginándomelo a el en la época antigua vestido acorde a la época.
Paró a un costado de la carretera, y me llevó hacia un claro, hermosísimo por cierto, paramos en una hermosa cascada.
- ¿Te gusta? - preguntó casi suplicando por saber.
- Es hermoso, no lo conocía – chipoteó un poco de su sonrisa en mi, para dejarme otra vez como un tomate.
- Ven – dijo mientras estiraba su mano para que la tomase, no vacilé y la tomé, era fría, tan fría como el hielo, me crispó la piel y se me hizo de gallina. A pesar de eso no reaccioné, era más hermoso de lo que jamás pudiese soñar. Sentí una fuerza extraña proveniente de él, como si luchara consigo mismo entre soltarme la mano o no soltarmela, a pesar de eso se apretó a mi.
Me llevó hacia una roca muy grande que se encontraba en un rincón, cuando ví que pretendía que nos sentemos allí cinché suavemente hacia atrás, el no me soltó y me miró sorprendido.
- ¿Qué pasa?
- No puedo estar en este tipo de lugares, soy muy buena en caer. Suelo caerme al piso, pero no a precipicios – sonrió chistoso.
- No te preocupes, si te tiras me tiraré a salvarte, eso te lo aseguro – me asustó un poco, parecía decirlo verdaderamente, de todas maneras me volvió a llevar hacia allí y nos sentamos. Conversamos sobre como estaba el día, el clima y todas cosas totalmente sin sentido, yo no podía estar más nerviosa y él no podía estar más confiado.
- ¿Quiero saber por qué te fuiste así el primer día de clase?- pregunté cuando me armé con un poco de valor.
-¿No lo habíamos olvidado? - preguntó un poco enojado.
- No, yo te disculpé, no lo olvidé. - intenté sonar dura, aunque un tono de vacilación se desprendió en mi.
- Nada en particular. - dijo aún furioso.
- Dimelo, tengo derecho a saberlo.
- No de verdad, tengo que irme – abrí los ojos como platos y lo miré – vamos
- Yo no voy a ningún lado contigo, no así, ¿qué te piensas, qué puedes traerme de aquí para alla cuando se te de la gana? – me miró lleno de ira.
- Te vas conmigo, yo te traje, prometí llevarte y así va a hacer.
- NO, ni sueñes – se levantó de un golpe y me tomó por debajo, me subió como si fuese una bolsa de papas, sin ningún tipo de problemas. Comencé a patalear y pedirle, exigirle que me dejara en el suelo otra vez, pero no me escuchó; no dejé de hacerlo hasta que me metió en el auto, quise escaparme un par de veces, pero era imposible, era tremendamente fuerte, me puso el cinturón y cerró la puerta.
No me dio tiempo ni en pensar en escaparme cuando diese la vuelta al auto, cuando ya estaba en el lado del conductor, me magnifiqué ante eso y me quedé helada.
Arrancó el auto y fijó su mirada hacia la carretera, mientras yo la fijaba hacia mi ventana, aún maravillada y enfurecida a la vez.
Al llegar a la escuela me bajé rápidamente, y fui hacia mi monovolumen torpemente como de costumbre, entre dos o tres veces tropecé con el frío y tonto piso. Arranqué de un golpe y me fui hacia mi casa, al llegar Charlie no estaba como siempre, subí hacia mi cuarto furiosa, me pegué un baño y bajé a hacer la cena para Charlie, no estaba con apetito.
Al terminar dejé todo pronto y fui a acostarme, necesitaba hacerlo temprano, no pensaba volver a hablarle a esa bestia casi caballerosa que me estaba volviendo loca.
Corría y volteaba, me caía y volvía a correr, Edward estaba detrás de mi siguiéndome, no entendía porque no paraba, pero mi instinto me decía que debía correr, al darme vuelta hacia delante nuevamente me choqué contra una gran pared y caí desmayada. Sentí los grandes brazos de Edward debajo de mi, me tomó y me llevó hacia una cama, me miró a los ojos mientras me decía Te Amo para luego besarme; fué el beso más dulce que jamás pude haber imaginado…
Estaba sumamente desconcertada, ¿por qué había soñado aquello?, mientras intentaba entender mi sueño, sentí una bocina de un auto conocido, al ver por la ventana era Edward, parado contra la puerta con los brazos cruzados y una hermosa sonrisa, estaba esperándome.
Me vestí rápidamente con un vaquero, una remera y una campera, mis champeones más cómodos; me puse mi vincha y corrí hacia la puerta, paré antes de abrir y salí tranquilamente.
Lo miré confundida y aún algo furiosa, aunque era más lo que disimulaba que lo que sentía en realidad, su hermosura hizo que me olvidara de todo.
- Buen día dulce Bella – dijo con una sonrisa tonta.
- Eres un maldito desvergonzado ¿sabes? – sin quitar la sonrisa de su rostro me miró e hizo una mueca que me molestó.
- Estas cosas me pasan solo contigo, estoy perdidamente confundido, estoy tan, pero tan encadenado a ti, me es imposible dejar de verte o enojarme mucho tiempo contigo, me has atrapado Bella y eso es peligroso – lo miré confundida mientras se acercaba lentamente a mi…
- Me duele un poco la cabeza eso es todo, no es por ti - intenté mentirle de la forma más correcta que pude, claro que no engañaba a nadie.
- Vamos Bella, no soy tonto. De verdad me disculpo contigo por lo que pasó, disculpa también a mis hermanos, no son buenos en disimular – volvió a brillar su sonrisa celestial, me volví a tranquilizar, ¿Qué tenia ese chico que hacia que yo bajase la guardia tan rápidamente?
- Todo esta bien de veras. - insistí.
- ¿Te vas a escapar de clase? – preguntó sonriente casi sin prestar atención en lo que le había dicho, parecía lleno de ganas de descubrir lo que quería hacer.
- Algo así – respondí
-¿Te puedo acompañar? Conozco un lugar sumamente bello y perfecto para pasar el tiempo – mi mente decía “di que no”, pero mis ganas pudieron más y asentí.
- ¿Podemos ir en mi auto?
- ¿Qué tiene el mío? – pregunté enfadada, esta bien que fuera algo viejo pero no renegaba de el, ya estaba empezando a amar a esta vieja manzana roja gigante.
- Nada, solamente me gusta manejar a mi, ¿por favor? Te traeré luego para que la recojas – me miró con cara de perrito faldero y asentí una vez más, poniéndome casi a sus pies. Era inevitable por más que lo odiase. Subimos al Volvo, antes de sentarse en su lugar, abrió mi puerta ágilmente, me quedé pasmada.
Demasiado caballeroso para ser verdad, aunque no me gustase que hicieran las cosas que podía hacer yo solita, esto no era un símbolo de machismo, era realmente un caballero, creí que ya no existían. Reí hacia adentro imaginándomelo a el en la época antigua vestido acorde a la época.
Paró a un costado de la carretera, y me llevó hacia un claro, hermosísimo por cierto, paramos en una hermosa cascada.
- ¿Te gusta? - preguntó casi suplicando por saber.
- Es hermoso, no lo conocía – chipoteó un poco de su sonrisa en mi, para dejarme otra vez como un tomate.
- Ven – dijo mientras estiraba su mano para que la tomase, no vacilé y la tomé, era fría, tan fría como el hielo, me crispó la piel y se me hizo de gallina. A pesar de eso no reaccioné, era más hermoso de lo que jamás pudiese soñar. Sentí una fuerza extraña proveniente de él, como si luchara consigo mismo entre soltarme la mano o no soltarmela, a pesar de eso se apretó a mi.
Me llevó hacia una roca muy grande que se encontraba en un rincón, cuando ví que pretendía que nos sentemos allí cinché suavemente hacia atrás, el no me soltó y me miró sorprendido.
- ¿Qué pasa?
- No puedo estar en este tipo de lugares, soy muy buena en caer. Suelo caerme al piso, pero no a precipicios – sonrió chistoso.
- No te preocupes, si te tiras me tiraré a salvarte, eso te lo aseguro – me asustó un poco, parecía decirlo verdaderamente, de todas maneras me volvió a llevar hacia allí y nos sentamos. Conversamos sobre como estaba el día, el clima y todas cosas totalmente sin sentido, yo no podía estar más nerviosa y él no podía estar más confiado.
- ¿Quiero saber por qué te fuiste así el primer día de clase?- pregunté cuando me armé con un poco de valor.
-¿No lo habíamos olvidado? - preguntó un poco enojado.
- No, yo te disculpé, no lo olvidé. - intenté sonar dura, aunque un tono de vacilación se desprendió en mi.
- Nada en particular. - dijo aún furioso.
- Dimelo, tengo derecho a saberlo.
- No de verdad, tengo que irme – abrí los ojos como platos y lo miré – vamos
- Yo no voy a ningún lado contigo, no así, ¿qué te piensas, qué puedes traerme de aquí para alla cuando se te de la gana? – me miró lleno de ira.
- Te vas conmigo, yo te traje, prometí llevarte y así va a hacer.
- NO, ni sueñes – se levantó de un golpe y me tomó por debajo, me subió como si fuese una bolsa de papas, sin ningún tipo de problemas. Comencé a patalear y pedirle, exigirle que me dejara en el suelo otra vez, pero no me escuchó; no dejé de hacerlo hasta que me metió en el auto, quise escaparme un par de veces, pero era imposible, era tremendamente fuerte, me puso el cinturón y cerró la puerta.
No me dio tiempo ni en pensar en escaparme cuando diese la vuelta al auto, cuando ya estaba en el lado del conductor, me magnifiqué ante eso y me quedé helada.
Arrancó el auto y fijó su mirada hacia la carretera, mientras yo la fijaba hacia mi ventana, aún maravillada y enfurecida a la vez.
Al llegar a la escuela me bajé rápidamente, y fui hacia mi monovolumen torpemente como de costumbre, entre dos o tres veces tropecé con el frío y tonto piso. Arranqué de un golpe y me fui hacia mi casa, al llegar Charlie no estaba como siempre, subí hacia mi cuarto furiosa, me pegué un baño y bajé a hacer la cena para Charlie, no estaba con apetito.
Al terminar dejé todo pronto y fui a acostarme, necesitaba hacerlo temprano, no pensaba volver a hablarle a esa bestia casi caballerosa que me estaba volviendo loca.
Corría y volteaba, me caía y volvía a correr, Edward estaba detrás de mi siguiéndome, no entendía porque no paraba, pero mi instinto me decía que debía correr, al darme vuelta hacia delante nuevamente me choqué contra una gran pared y caí desmayada. Sentí los grandes brazos de Edward debajo de mi, me tomó y me llevó hacia una cama, me miró a los ojos mientras me decía Te Amo para luego besarme; fué el beso más dulce que jamás pude haber imaginado…
Estaba sumamente desconcertada, ¿por qué había soñado aquello?, mientras intentaba entender mi sueño, sentí una bocina de un auto conocido, al ver por la ventana era Edward, parado contra la puerta con los brazos cruzados y una hermosa sonrisa, estaba esperándome.
Me vestí rápidamente con un vaquero, una remera y una campera, mis champeones más cómodos; me puse mi vincha y corrí hacia la puerta, paré antes de abrir y salí tranquilamente.
Lo miré confundida y aún algo furiosa, aunque era más lo que disimulaba que lo que sentía en realidad, su hermosura hizo que me olvidara de todo.
- Buen día dulce Bella – dijo con una sonrisa tonta.
- Eres un maldito desvergonzado ¿sabes? – sin quitar la sonrisa de su rostro me miró e hizo una mueca que me molestó.
- Estas cosas me pasan solo contigo, estoy perdidamente confundido, estoy tan, pero tan encadenado a ti, me es imposible dejar de verte o enojarme mucho tiempo contigo, me has atrapado Bella y eso es peligroso – lo miré confundida mientras se acercaba lentamente a mi…
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