No paré de pensar y pensar que era lo que había pasado aquella noche, todavía tenía las mismas “certezas”, Jacob era un hombre lobo y no sabía nada de Edward. Su fuerza era demasiada para ser un humano, aunque pareciese una locura, no lo era, no ahora que había visto con mis propios ojos a Jacob de aquella manera; a pesar de esto, no me asustaba en lo más mínimo ni Jacob, ni saber que era Edward.
Jacob pasó cada día conmigo al igual que Edward, me dejé vencer sobre hacerles preguntas, cada vez que lo hacía se iban y yo no podía ir a buscarlos, así que me decidí por dejarlo para cuando estuviera en pie y sin dolores. Estaba segura que igual correrían, pero podría tener un poco más de rapidez a la hora de actuar; mamá se quedó en un hotel junto con Phil su nuevo marido, hasta que yo me curase. Charlie seguía trabajando y venía a verme en cada minuto que le sobrase, estaba más preocupado de lo que yo jamás hubiese creído que lo estaría, me sentía avergonzada por ello, yo no era una hija muy considerada, aunque él era un hombre muy callado, era un padre excepcional y se preocupaba por mi más de lo que yo pudiese entender.
Al llegar a mi casa, no tuve más remedio que hacer un día más de reposo antes de ir a la escuela; juré mil veces que estaba totalmente curada y bien – a pesar de que sabía que no era así – para poder moverme por lo menos hacia fuera para oler un poco de aire puro y no hospitalario, aquello había echo de mi una persona casi drogadicta.
Lo mejor de haber ido al hospital, fue conocer al padre de Edward, el Dr. Carlise Cullen; era un hombre altamente bello, aunque pudiese ser imposible, estaba casi segura que era igual o más bello de lo que Edward era, eso me hacía temblar pensando en toda la belleza que podía destilar Edward aún.
Mi madre y Phil volvieron a irse, esta vez a Philadelfia donde Phil estaba jugando una temporada con su equipo de Béisbol; Charlie por su parte seguía con su rutina de trabajo, lo agradecí, podía aprovechar ese tiempo a solas para poder moverme un centímetro sin que viniese corriendo a retarme como a una niña de ¿por qué me había movido?.
Bajé a almorzar algo que Charlie había preparado para mi, tenía demasiado miedo por ver lo que era, mientras bajaba lentamente las escaleras pude oler algo que no era realmente una característica de una comida de Charlie, sino que era algo sumamente hermoso, ese olor era exquisito y atrapante. Era mezcla de frito, cebollas y sal.
Al dirigirme hacia la cocina casi me muero de la emoción, allí estaba Edward cocinando para mi, tenía una chuleta, un poco de arroz con cebollas y un delantal que mi padre había comprado para creerse un gran chef los días libres, así quitarme trabajo de encima, el cual jamás usó; no pude no reírme entre dientes al verlo vestido de esa manera, me sentía absurdamente atrapada por aquel chef sumamente sexy.
Lo miré sorprendida y con mi mejor cara de felicidad, aunque estuviese aún enojada por la forma en la que se portó conmigo después de aquella noche.
- Buen día Bella – dijo con aquella voz altamente excitante y hermosa que me hacía sentir cosas sumamente fuera de mi. Asentí con la cabeza sutilmente.
- ¿Qué es todo esto? – pregunté mientras posaba mis ojos en cada lugar de la cocina.
- Se lo poco genial que es tu padre en la cocina, no quería que hicieses algo sola, tienes que hacer reposo, así que decidí cocinar algo para ti.
- ¿Cómo entraste?
- Por la puerta, estaba abierta
- Despistado – susurré pensando en Charlie, era demasiado común que hiciese aquellas cosas, lo que yo tenía de torpe él lo tenía de despistado - ¿sueles entrar a la casa de la gente cuando la puerta esta abierta? – cruzó una sonrisita sutil por su boca mientras me miraba profundamente.
- Solamente cuando quiero cuidar a una chica convaleciente a la que quiero y no quiero que se lastime más aún.
- ¿No será culpa? – pregunté recelosa
- De ninguna manera, a pesar de que si la siento, porque tu estado esta vez es mi culpa, quería venir a cocinarte – miré hacia la comida, en otro momento la hubiese rechazado, pero estaba demasiado hambrienta para decir que no o para renegar de ella. Me senté en la mesa, puso la comida enfrente de mí y comencé a atacar.
- ¿Tu no comes?
- No gracias, ya lo hice en casa – dijo dubitativo.
- ¿Qué pasó el otro día Edward? Es hora de que me lo digas, no estamos hablando de que hubo una pelea común y corriente. Mi amigo se convirtió en un ser mitológico frente a mi y aún tu pudiste con él.
- Bella por favor, no empecemos.
- Nunca terminé, yo no empecé esto. Repito, tengo el derecho a saberlo – dije ahora dejando los cubiertos en el plato, mientras lo miraba serio y me cruzaba los brazos.
- ¿Qué piensas? – me preguntó aún más serio que yo, no me esperaba aquella pregunta.
- Pienso que estoy soñando.
- Pero sabes que no – asentí un poco confusa – entonces, ¿qué crees que todo aquello que viste puede ser?
- Que un hombre lobo y tu estaban peleando. Pero estabas casi ganándole, no puedes ser alguien común y corriente Edward.
- ¿Qué piensas tu?
- Estuve cavilando muchas cosas, pero no pude llegar a ningún tipo de conclusión
- Dime la peor de todas – dijo cada vez más serio
- Que también eres alguna clase de ser mitológico. ¿Eres también un hombre lobo? – pregunté un poco temerosa de que la respuesta fuera positiva
- No, no lo soy. No soy tan bueno – la respuesta fue peor de lo que quería escuchar.
- Acaso eres un chupa sangre – dije mientras carcajeaba, era tan ridícula, me sentí ridícula hasta bromeando. Pero el me miró serio, lleno de temor y ansiedad. Me quedé un segundo observándolo, hasta que entendí, mis ojos se abrieron como platos y comencé a temblar.
Era un vampiro.
- ¿Tienes miedo? – preguntó un poco molesto, yo no pude ni pestañar, estaba intentado despertarme de este sueño altamente morboso en el que estaba metida.
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